Fray Luis de Granada, místico y predicador

La vida de Fray Luis de Granada es una vida rica en vivencias y experiencias. Nace en Granada en 1504 y muere en Lisboa en 1588. Su infancia fue dura. Se quedó huérfano con cinco años y su madre, que trabajaba de lavandera, tuvo que acudir a la limosna. Quizás, por ello, uno de los aspectos fundamentales de su vida será su cercanía a los pobres y necesitados, y su deseo en su primera época como fraile dominico, de ir a tierras de misión.

Tres lugares o etapas marcarán su vida: su estancia en Santa Cruz la Real de Granada y en San Gregorio de Valladolid, su asignación al convento de Scala Coeli en la sierra cordobesa y su destino en tierras de Portugal donde pasará la mayor parte de su vida.

En Granada y en Valladolid vivirá el fervor dominicano y el gusto por el estudio. Como nos dice Álvaro Huerga en su libro sobre el granadino “si Santa Cruz es, de puertas adentro, una fragua encendida de oración y estudio, de puertas afuera es un faro radiante de predicación y apostolado”. No podemos olvidar que estos aspectos son inseparables. No se puede dar una verdadera y buena predicación si no está acompañada de la oración y el estudio. Esto fray Luis de Granada lo tuvo muy claro desde el principio.

En tierras cordobesas se dedicó a restaurar el convento de Scala Coeli, al cual dejó la impronta de su vida austera y espiritual. Fray Luis nos dirá que “los ministros del Evangelio han de ser semejantes a Jesucristo y han de ser tan semejantes a Él que se traduzca y represente en su vida a Jesucristo”. Añadirá además que “para gozar de Dios es menester recogernos de la cosas exteriores a la interiores, y de la interiores a la superiores”. Estas palabras recogen en toda su autenticidad la experiencia de los grandes místicos ya que el encuentro con Dios y la amistad con él la podemos encontrar en nuestro interior porque Dios está y se hace presente en cada uno de nosotros, en lo más profundo de nuestro interior.

En Portugal desarrolló por entero su faceta de predicador. Sembró la palabra de Dios por pueblos y aldeas, se encargó de la formación del clero o de los sacerdotes y se dedicó también a la predicación escrita, con gran cantidad de publicaciones no sólo para los sacerdotes sino para los fieles en general, acercando a la gente textos devocionales que antes les eran lejanos. Es en esta tierra donde le tocará vivir la experiencia de gobierno, y donde promoverá como provincial la vida dominicana por los medios tradicionales de la orden: la pobreza, el estudio, la oración y la predicación.

La vida de fray Luis no será ajena a los problemas y preocupaciones. Son muchas las dificultades que le tocó vivir a lo largo de su vida: las dificultades propias de su cargo de provincial, el enfrentamiento con la inquisición cuando esta puso reparos a sus escritos, el apoyo que dio a su amigo Carranza condenado también por la misma institución, los recelos contra él en la corte de Felipe II por los problemas de sucesión a la corona de Portugal a la que aspiraba el rey de España. De todos ellos salió bien parado.

Por último decir cómo este gran dominico fue un hombre de paz y de convivencia, que puso como centro a Cristo y que intentó transmitir su doctrina y su buena noticia a todos. Esta doctrina, que nos invita a semejarnos a Cristo, nos ofrece dos caminos: la oración por la que vivimos el encuentro con Dios, su amor y misericordia y las obras. Estas obras son la encarnación en nuestra vida y en nuestro encuentro con los demás de toda nuestra experiencia de Dios.